EL HALCÓN MALTÉS (THE MALTESE FALCON, JOHN HUSTON, 1941)

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Del material con que se forjan los sueños se alimenta la esperanza de un tipo duro que pierde la cabeza por una cara bonita, esperanza en que esa cara bonita no acabe, como presiente, partiéndole el corazón…

Del material con que se forjan los sueños, John Huston elaboró un guión extraordinario, basado en la novela de Dashiell Hammett, con unos diálogos de esos que la memoria retiene, y dirigió una película cuyas imágenes permanecen en la retina, fotograma a fotograma, como fotos fijas de una historia de esas que merece la pena recordar…

Del material con que se forjan los sueños, Huston consiguió con su opera prima una obra maestra, considerada por los entendidos como el inicio de un género entre los géneros, el Cine Negro.
Un género de tipos duros con corazón de gelatina, crápulas y tarambanas, cuyo rostro se intuye entre la neblina de un perenne cigarrillo, tras un sombrero ladeado, en penumbra, entre los claroscuros de la noche, en la que se desenvuelven con mayor habilidad que en la radiante luz del día, esa que con demasiada frecuencia deja ver más de ellos de lo que están dispuestos a admitir.

Sam Spade (Humprey Bogart) es el paradigma de antihéroe de Cine Negro, lobo solitario, de vuelta de todo, bebedor de whisky, fumador compulsivo, con cierta facilidad para meterse en problemas cuando de por medio se encuentra una chica bonita; detective privado de profesión, buscador de la verdad por vocación, con pocos escrúpulos a la hora de aceptar un trabajo, siempre que la cuenta tenga suficientes ceros, pero con un código de honor propio férreo e inquebrantable, aún a costa de esa felicidad que en el fondo anhela su corazón, que lo convierte en eterno perdedor aunque tenga las mejores cartas de la mano.

Brigid O’Shaugnessy (Mary Astor) es la femme fatale por excelencia, cara angelical y pose de mujer indefensa, consciente de que la belleza es una poderosa arma en un mundo de hombres, si se sabe utilizar; manipuladora, fría y calculadora, capaz de arrancarle el corazón a cualquier incauto que caiga en sus redes si es para su propia conveniencia.

Destacar el personaje de Joel Cairo, personaje inquietante donde los haya, que añade intriga a la historia a través de la magnífica interpretación de Peter Lorre.


Por último, entre el sin fin de magníficas escenas, me gustaría hacer mención a la escena final de la película, ejemplo de talento al servicio del Séptimo Arte, donde, sin una sola palabra, Huston nos dice tanto, con un Bogart, viva imagen de la derrota y el desencanto, que alza la mirada para ver, tal vez por última vez, a la mujer que le partió el corazón, mientras las rejas del ascensor se cierran ante el rostro impasible de ella, y él sostiene entre las manos el símbolo de tantos sueños hechos pedazos.

El Ruido y la Furia de William Faulkner

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“La armonía en el caos”, esa sería mi definición de “El Ruido y la Furia”, un libro creado de pensamientos, transcripciones de palabras pensadas, nunca pronunciadas, materializadas gracias a la pluma del escritor.
Personajes que piensan, sienten, reflexionan… De pensamientos a recuerdos, de recuerdos a reflexiones… Tal vez para algunos un discurso de pensamiento difícil de seguir, pero para mí tan familiar como el reflejo de mi cara en un espejo.

Inspirado en un verso de “Macbeth” de Shakespeare (el discurso de un idiota) “El Ruido y la Furia” puede resultar un libro difícil de leer si nos acercamos a él con la mentalidad con la que leemos cualquier libro al uso, es por eso que en este caso más que en ningún otro creo importante, sino vital, hacerse con una edición con un buen prólogo, que nos de las claves de su estructura antes de empezar a leer. (Soy una ferviente defensora de los prólogos, esa parte de los libros sumamente interesante la mayoría de las veces y que casi todo el mundo se salta).

Un retrasado, un suicida enamorado platónicamente de su hermana, una hermana díscola con ganas de escapar, un hermano tirano y egoísta, una madre chantajista emocional, una familia de negros que cuidan de esa familia que no es la suya como si fuera la suya, o aún más que a la suya propia… Todos estos personajes irán apareciendo.
A la mayoría los conoceremos desde su interior, desde las cosas que no dicen. A otros desde lo que sí dicen pero sus actos contradice.
Un collage fascinante, una lectura que atrapa.

Con “El Ruido y la Furia” de William Faulkner me pasó algo que sólo me ha pasado con “La Montaña Mágica” de Thomas Mann, ese sentimiento de estar frente a alguien que te comprende. No tiene que ver con algo a nivel intelectual, ni siquiera espiritual, tiene más que ver con ese instinto que hace que un animal reconozca a otro de su misma especie. Y ese sentimiento se afianzó a medida que iba leyendo el libro, sobretodo al ir descubriendo el trato que Faulkner daba a los personajes, los más nobles tienen ese pensamiento en apariencia divagante, mientras que los más mezquinos y ruines tienen un pensamiento más lineal y aparentemente coherente. Fue como sí Faulkner, desde donde quiera que esté hiciera un guiño cómplice a través de su libro.
Sí William, capté el mensaje.

Del Impresionismo al Expresionismo, “La Golfa”.

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“La Chienne" (La Golfa), novela de Georges de La Fouchardiere, fue llevada al cine en 1931 por Jean Renoir y en 1945 por Fritz Lang.

Es éste un magnífico ejemplo de cómo, partiendo de una misma novela, y con un mismo argumento, se pueden realizar dos película totalmente distintas, con concepciones del lenguaje cinematográfico diametralmente opuestas, de la mano de dos directores con un sello personal propio y característico, y a su vez, dos joyas del cine.


LA GOLFA (La Chienne, Jean Renoir, 1931)



La obra que van a ver no es ni un drama ni una comedia.
No tiene moraleja ni demuestra nada.
Los protagonistas no son héroes ni traidores.
Son una pobre gente como usted y como yo.
Son tres: él, ella y el otro, como siempre.


Renoir introduce al espectador en las vidas de tres personajes, él, ella y el otro, unas vidas que se entrecruzan hasta finalizar en tragedia.
Es ese triángulo amoroso el eje central de la historia.

Él es un buen tipo, tímido, de mediana edad y muy inocente. Posee una cultura intelectual y sentimental superior al ambiente en que se mueve por lo que le consideran un imbécil.

Ella es una muchacha con cierto encanto un tanto vulgar.
Siempre es sincera, miente continuamente.

El otro es el joven Dédé y nada más.


La estética de cine mudo, unido a la sencillez con la que Renoir presenta la historia, introduce al espectador en la vida de estos tres personajes, le lleva a conocer sus miserias y sus anhelos, a descubrir sus sentimientos.
El director, a través de su objetivo, muestra al espectador el día a día de esos tres personajes, fotograma a fotograma va construyendo su historia, pinceladas de realidad que van conformando el lienzo de sus vidas, convirtiendo al espectador en voyeur de la historia de esos tres infelices, que en el fondo acaban despertando en mayor o menor medida compasión y lástima, incluso el personaje de Dédé, que pasa de verdugo a víctima de sus propias circunstancias.

"La Pintura", queda en un segundo plano en la historia, reducida casi a anécdota.
El protagonista pinta cuadros como afición, como vía de escape a una vida gris, en un hogar en el que dejó de sentirse cómodo hace mucho tiempo y en el que nunca disfrutó de la felicidad.
Serán esos cuadros, paradójicamente, los que mantendrán unidos a los tres protagonistas de la historia en un camino común, unos cuadros que para cada uno de ellos, por motivos muy distintos, se convierten en depositarios de sus sueños de felicidad.

El tema del Arte y la Creación Artística se trata de refilón, utilizado por el director para lanzar una velada crítica a lo que la sociedad termina por considerar Arte y al papel de críticos y marchantes al respecto, aún por encima de la propia calidad de la obra y del talento del artista.


PERVERSIDAD (Scarlet Street, Fritz Lang, 1945)



Un cuadro va brotando...
Eso es lo importante, el sentimiento, trazo una línea alrededor de lo que siento al ver las cosas…
Es como enamorarse, supongo…
Yo creo que el arte es así, cada cuadro puede ser una historia de amor.
Uno se lo calla, lo guarda dentro, como un secreto.


Lang construye una historia donde la psicología de los personajes y la creación artística se convierten en eje central, el triángulo amoroso no es el fin, sino el medio que el director utiliza para que el espectador vaya descubriendo el carácter de los personajes, enfatizado por el magnífico juego de luces y sombras a lo largo de la película, esos claroscuros en los que Lang envuelve a los personajes.

Una historia narrada y ambientada al más puro estilo "Cine Negro", con unos personajes con caracteres muy definidos.

El protagonista, un hombrecillo gris, un "tipo corriente", honrado y noble, que pierde la cabeza por una mujer.
Un amor envenenado que le llevará a cometer actos que nunca pasaron por su imaginación y a transgredir la ley hasta llegar al asesinato.

Una femme fatale, atractiva y sensual, conocedora del poder de sus encantos y manipuladora hasta alcanzar niveles de verdadera crueldad.

El tercero en discordia, un delincuente de medio pelo, fanfarrón y oportunista, con poco cerebro y mucha testosterona, de los que tarde o temprano acaban mal parados.


El Arte, la Creación Artística, es un tema central en la película, la historia gira alrededor del personaje de Edward G. Robinson, un cajero con alma de pintor, con sensibilidad de “artista”, para quien pintar un cuadro no es sólo un pasatiempo, es su manera de expresarse, sin necesidad de palabras, su manera de expresar aquello que su timidez le impide.
Es por eso que cuando descubre que finalmente su obra obtuvo reconocimiento, no le importa lo más mínimo que sea bajo otro nombre, más aún cuando ese nombre es el de la mujer que ama, sólo puede sentir emoción y alegría al saber que su obra es reconocida.

Destacar el magnífico final que Lang da a la historia, con ese preludio en un vagón de tren, y una sentencia “El peor juez es uno mismo”.
Lang nos muestra al protagonista de la historia, un hombre libre de toda culpa frente a la justicia, convertido en vagabundo, sin nada y sin nadie, sólo con la compañía de esas voces que le persiguen, vidas sobre su conciencia, mientras su obra se ha convertido en pieza de arte cotizada.



En esta ocasión, quería utilizar esta entrada, para, aprovechando los conocimientos cinéfilos y pictóricos de muchos de los que por aquí pasáis, lanzar una pregunta.
Todos conocéis mi debilidad por "Perversidad" de Lang, después de verla, durante bastante tiempo anduve investigando sobre el autor de los cuadros que aparecen en la película, sin conseguir averiguarlo, así que, si algun@ conoce el dato, os agradecería enormemente que lo compartierais aquí.



El autor de los cuadros de "Perversidad" es John Decker.
"Los cuadros de la película pintados por el personaje Chris Cross fueron realizados por el artista John Decker, amigo de Fritz Lang, al que contrató para pintar catorce cuadros con el estilo de Henri Rousseau y Camille Bombois".

http://www.elcultural.es/version_papel/CINE/8656/Perversidad

Lamentablemente hay poco sobre su obra y pocas reproducciones de sus cuadros, alguna cosa en inglés y poco más.
Adjunto otro enlace con un trabajo en inglés, en el que hablan sobre los cuadros de perversidad y sobre el artista de hollywood, John Decker.

http://www.scribd.com/doc/17340710/Scarlet-Street-Film-Reviewwps


WILLIAMMUNNY

Esplendor En La Hierba (Splendor in the Grass, Elia Kazan, 1961)

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“Pues aunque el resplandor que en otro tiempo fue tan brillante
hoy esté por siempre oculto a mis miradas,
aunque nada pueda hacer volver la hora
del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos, pues encontraremos
fuerza en el recuerdo
en aquella primera simpatía
que habiendo sido una vez, habrá de ser por siempre,
en los consoladores pensamientos que brotaron
del humano sufrimiento
y en la fe que mira a través de la muerte,
y en los años, que traen consigo la filosófica mente”


William Wordsworth


¿Todavía le quieres? Le pregunta, y ella guarda silencio mientras esboza una tímida sonrisa, y sonríe porque ahora conoce el secreto que guardó en sus palabras el poeta. Porque sus ojos vieron ese puro destello, que en su juventud la deslumbraba, porque disfrutó la hora del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores, porque se afligió y padeció del humano sufrimiento, porque ahora sabe que la belleza subsiste en el recuerdo…
Posiblemente el final de “Esplendor en la hierba” sea uno de los finales más tristes de la historia del cine. Seguramente a muchos se les ocurran otros, pero para mí, ninguno se compara a la tristeza de éste por verdadera. La resignación en la renuncia, aceptar que la vida es tomar las cosas como vienen, renunciar a soñar, no pensar en la felicidad porque pasó su tiempo…
Un niño que pudo ser su niño, pero no lo es, una vida que pudo ser su vida, pero no lo es, el amor como centro y como todo que nunca más volverá a ser…

Tiene el amor romántico la fragilidad de lo efímero, nace herido de muerte en su misma esencia, abocado a un final trágico, por eso se refugia lejos, donde la realidad ni siquiera puede rozarlo, en el mundo de lo idealizado, donde residen los sueños, donde los sentimientos siempre son elevados, donde su intensidad, esa que provoca felicidad que duele, no pueda hacernos daño.
Existe todavía el amor romántico, en cada historia de amor que nace, muriendo tras cada desengaño.

“Esplendor en la hierba” nos envuelve con la magia de la poesía, el lirismo que sólo se puede conseguir con la sensibilidad de quién abraza el mundo de los sentimientos. Me sigue fascinando, cada vez que la veo, la capacidad de extraer la esencia de unos versos y convertirla en historia, la capacidad de convertir una sucesión de fotogramas en poesía.


Con guión de William Inge, cuya sensibilidad quedó reflejada en cada uno de sus trabajos, y dirección de Elia Kazan, ese hombre cuestionado y cuestionable, incuestionable director, basada en los versos de William Wordsworth, “Esplendor en la hierba” es un canto al amor romántico, al amor cuando la vida todavía no nos arrebató la capacidad de soñar, de sentir sin miedo a equivocarse, de entregarse a las pasiones sin calcular el riesgo…
Mención especial para William Inge, al que la Academia concedió un Oscar por el guión, contando en su haber con números guiones de renombre y el premio Pulitzer.
Es siempre peligrosa la combinación de elevada sensibilidad y talento, más cuando se suma la inteligencia, haciendo tomar conciencia de lo absurdo del mundo. William fue uno más de la larga lista de los que decidieron abandonar el mundo por voluntad propia.

“Gatsby fue el último romántico”, escribió F. Scott Fitzgerald, no es cierto, tengo el privilegio y la fortuna de haber conocido al último romántico, y la belleza siempre perdurará en mi recuerdo…

A los románticos del XIX, a los del XX y a los del XXI, porque su visión de la vida hace que el mundo, mi mundo, sea un lugar mejor.

Edgar Degas

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Blue Dancers, c.1899

“El eterno femenino nos impulsa hacia arriba.”
Johann Wolfgang von Goethe


“El eterno femenino" de Goethe ha sido interpretado como la idea de belleza que está en todas las mujeres, como lo verdaderamente femenil, el principio del amor y de la gracia en su más cumplida integridad, puente y guía hacia lo Divino, como la esencial e irrenunciable feminidad”

Siempre he relacionado la figura de las bailarinas con “el eterno femenino” de Goethe, representación de la feminidad en su sentido poético, y creo que Degas ha sido el que mejor ha captado esa idea.

Y fuera de interpretaciones poético-filosóficas, los cuadros de Degas dedicados al ballet transmiten, pincelada a pincelada, la sutileza y sensibilidad que el ballet representa, a través de sus bailarinas al pastel.

En este cuadro aparece la dirección desde la que podéis acceder a la obra de Degas, os recomiendo la página, un lujazo para los amantes de este pintor.

The Star, c.1878